Parir desde el amor

Parir desde el amor

El 7 de Mayo de 2011 nace Lucía, de madrugada, pero su parto empezó una semana antes… Estaba deseando parir, a diferencia de lo que siempre me habían contado acerca de aproximarse a la fecha de parto y sentir miedo, yo sentía muchas ganas de que ocurriera. Llevaba nueve meses preparándome y deseando este momento por lo que la llegada de Lucía no hacía otra cosa más que emocionarme y desearla con muchas ganas. Durante el embarazo yo había estado recibiendo clases de yoga para embarazadas (quien me iba a decir que después sería yo la que dara clases), me había preparado física y emocionalmente, con la práctica, el trabajo de la respiración me sentía muy cerca de ella. Todos los días realizaba mis ejercicios. Llevaba una alimentación sana y vegetariana, tomaba largos paseos, leía acerca de la maternidad, la lactancia, el desarrollo del bebé en mi interior, me tomé tiempo para mi y para ella.

Una semana antes mi cuerpo se estaba preparando para el parto, sentía movimientos en forma de contracciones leves, dormía mal, me despertaba cada tres horas, estaba más cansada, me costaba respirar, tenía la necesidad de tener la casa limpia todo el tiempo, sus cosas preparadas, la nevera llena, que no faltara nada para su llegada.

El 6 de Mayo algo ocurría en mi interior, me sentía nerviosa, mi cuerpo estaba especialmente hinchado, la cara la tenía diferente, me encontraba desorientada, no sabia que hacer, hacia donde ir, si estar sola o acompañada, si tumbarme a descansar o salir a la calle a pasear, tenía hambre y no, sentía calor y frío…

Era por la tarde, después de visitar al tocólogo, decirme que tenía dos centímetros de dilatación y que podía nacer a lo largo de unos días, me fui a pasear. Estaba muy contenta, sentía mas cerca el momento de conocer a Lucía. Después de un rato de paseo (caminé desde Diego de León hasta Pirámide, Madrid entera),sentí la necesidad de cobijo y regresé a casa, hice algunos ejercicios de relajación y tomé un largo baño con sales para relajar el cuerpo. Terminé el baño y tomé una rica merienda mientras leía y escuchaba la ópera Andrea Chenier. Estaba relajada pero a la vez, sentía mucho movimiento en mi interior. Espere a que volviera mi compañero a casa y cenar con él, y conforme iba avanzando la tarde sentía más ganas de ver a Lucía y tenía muchas ganas de ponerme de parto. Y fue después de cenar cuando empecé a notar contracciones leves. Ocurrían cada mucho y el dolor era pequeño. Pero necesitaba expulsar la acumulación de tensión que me provocaban esas contracciones. Extendí mi esterilla en el suelo y me puse a hacer ejercicios de yoga y respiración, ello me aliviaba y me hacia sentir más a gusto y tranquila. Todavía no me podía imaginar que esa noche me iba a poner de parto, y pasado un rato, ceso el dolor y decidimos irnos a dormir.

Llevaba un rato dormida cuando una contracción muy fuerte me despertó.

El primer impulso fue salir de la cama y dirigirme hacia mi esterilla que estaba extendida en el suelo. Me puse en la postura del gato y empecé a inspirar y espirar, haciendo sonido para aliviar. Notaba una contracción fuerte y a continuación, cierto tiempo de descanso, en el que el dolor se aliviaba y podía recuperar fuerzas.

Decidí coger un cronómetro para saber, cada cuanto ocurría la contracción. En ese primer momento, venían cada cinco o siete minutos, por lo que todavía podía no estar verdaderamente de parto y continué realizando posturas, siempre acompañada de la respiración y del sonido, consiguiendo así aliviar en mayor medida el dolor.

Pasado un rato y al volver a cronometrarme, las contracciones ocurrían cada tres minutos, el dolor se pronunciaba cada vez más.

Mi compañero me preparó un baño, y en el momento en el que estuvo listo me metí en el agua caliente y continué respirando, relajando y soltando cuanto podía. En ese momento las contracciones ocurrían cada dos minutos, un minuto de contracción dolorosa, un minuto de “relajación”, y así sucesivamente.

El dolor iba incrementando, cada vez era mayor, y sentía más presión en lumbares y abdomen. Por lo que pude estar en el baño unos veinte minutos hasta que necesité salir y moverme por el espacio. Ahora necesitaba moverme y parar de vez en cuando para en cuclillas soltar. EL dolor era intenso, necesitaba calmarlo y acudí a una bolsa de agua caliente que me ponía en los riñones mientra yo seguía buscando las postura mas cómodas donde aliviar.

Muchas veces durante el descanso entre contracción pensaba en que Lucía estaba de camino y me sentía tan feliz que podía desaparecer por momentos el dolor. Y todo esto había estado ocurriendo a lo largo de dos horas y media, cuando empecé a sentir que el bebé venía de camino y le dije a mi chico que pronto tendríamos que irnos al hospital. El decidió darse una ducha, bajó a sacar dinero mientras yo continuaba en mi esterilla y con la bolsa de agua caliente en los riñones. Terminó de hacer todas sus cosas y preparamos todo lo que nos queríamos llevar al hospital, la bolsa de Lucía, la nuestra, la esterilla, los papeles médicos del proceso de embarazo y el capazo, que al final dejamos en casa ya que eran demasiadas cosas para ese momento. Terminamos pronto y bajamos al portal a buscar un taxi.

Al salir a la calle me costaba mantenerme de pie, sentía mis piernas frágiles y el dolor era intenso, cada vez era mayor el tiempo de la contracción y menor el momento de alivio. Llegó un taxi y nos montamos. Íbamos en el asiento trasero y yo no sabía como colocarme, a pesar de que la noche estaba fría, yo tenía muchísimo calor, saqué mi abanico y estuve abanicándome mientra continuaba respirando e intentado relajarme. El trayecto no se hizo demasiado largo, el taxista no hizo ningún comentario y llegamos al hospital.

Entramos al hospital por urgencias y me acerqué a la ventanilla y le dije a la señorita: “estoy de parto”, entonces me introdujeron en una salita donde las matronas me hicieron desnudarme, ponerme una bata y me exploraron. Y cuál es mi sorpresa, cuando la matrona me dice, enhorabuena, estas nueve centímetros dilatada, vamos a pasar a paritorio que tu hija está ya aquí. Me preguntó como había podido aguantar tanto en casa y que había hecho para venir tan bien dilatada, lo normal es llegar con tres centímetro y si todo va bien se pare con diez centímetros de dilatación.

En ese momento me sentía muy contenta de lo que había hecho en casa. Les entregué mi plan de parto a las matronas en el que claramente había expuesto una serie de condiciones como: no oxitocina, no epidural, no rotura artificial de la bolsa, no episiotomía, monitorización intermitente, tener al bebé desde el momento de su nacimiento, darle el pecho, y estar siempre informada de todo. Leyeron las condiciones y aceptaron. Fuimos hacia el paritorio, me tumbaron en una cama y empecé a expulsar el tapón mucoso, sangraba y ahora con las contracciones tenía que empujar hacia a fuera. La bolsa de agua, que se hinchaba y deshinchaba con cada contracción, terminó por estallar  y la cabeza de Lucía empezó a asomar. Estaba de la mano de mi compañero que en todo momento me animaba y me ayudaba a continuar. La matrona me iba diciendo que podía hacer, como empujar, me sujetaba las piernas y cuando venía una contracción empujaba fuerte para que la cabeza siguiera saliendo. En el paritorio pudimos estar una hora y media hasta que el matrón me propuso hacer una pequeña episiotomía para ayudar a salir, yo estaba muy concienciada de no querer pero en ese momento ya estaba muy agotada y dolorida, quería que naciera, en ese momento decidí que sí y acto seguido en la siguiente contracción y después del pequeño corte, nació Lucía. El momento más feliz de mi vida.

foto-lucia

Rápidamente me la pusieron encima y yo, me sentí muy feliz, reía y lloraba a la vez, recuerdo que su piel era muy suave y olía perfecto, lloró muy poco y se puso a buscar el pezón, y a los pocos minutos de nacer ya estaba mamando. El padre cortó el cordón umbilical y a mi me cosieron unos puntos que durante semanas quise no haber tenido.

Nos dejaron dos horas en el paritorio a los tres que fueron geniales, yo tenía el cuerpo dolorido pero nada importaba, había parido como quise, un parto natural y en un total de cinco horas, Lucía ya estaba con nosotros y era preciosa. Comenzó a llover muy fuerte en ese momento y estuvo todo el día lloviendo.

Pasadas dos horas subimos a la habitación y de repente me sentía madre por primera vez. Era capaz de hacer cosas para las que no sabía que estaba preparada y sentía una conexión con mi bebé muy fuerte.

Los días en el hospital fueron un poco caóticos de visitas y reconocernos los tres, pero recuerdo perfectamente lo feliz que me sentía, Lucía es lo mejor que me ha ocurrido en la vida, y me siento muy afortunada.

Gracias. En Madrid , Mayo del 2011.